Crónicas desde el cielo: La bienvenida



-¡Pásame la estela de brillo dorado!, ¡Y el traje de estrellas!, ¡El azul!, ¡Ese noooo!, ¡El azul celeste, no, el azul mar!
¡El maquillaje, deprisa, tiene que estar perfecto con la raya del ojo muy bien marcada y los labios suaves pero seductores¡- Así exclamaba Columba una maravillosa estrellita fugaz del hemisferio sur.
Nadie sabía el motivo por el que llevaba arreglándose toda la mañana de aquel, según el calendario terrenal 15 de marzo, iba de un lado para otro, preparando esto y arreglando aquello. Nadie se lo explicaba, nunca la habían visto así, ni siquiera cuando la feria y el circo Universal llegaban a su nube de terciopelo blanco.
Mientras en una constelación cercana , Carmesí, una maravillosa querubina de tez rojiza, también se preparaba para lo que parecía ser un grandísimo acontecimiento.
Vestía sus mejores alas de plumas de polvo de nebulosa y sus mejores zapatos de purpurina de estrellas.

Todo el mundo en la zona estaba extrañado de tales preparativos. Al igual que Columba y Carmesí, todas las estrellas y ángeles femeninos, que en contra de lo que se cree si tienen sexo no paraban de organizar cosas, arreglándose como pocas veces lo hacían y con  un nerviosismo que ya contagiaba a todos.
A eso de las nueve de la mañana, hora universal española, llegó la diligencia procedente de la tierra. Las chicas, todas, acudieron al andén de la nebulosa de Venus, reservado para aquellos que proceden del mundo del espectáculo terráqueo.
Pasaron uno, dos, tres, cuatro “nubevagones” y al fin la diligencia ferroviaria interterrenal se paró. Casi todos los vagones venían vacíos.
Por fin, ante los ojos de todos los que esperaban, ya que al gran número de chicas asistentes se había sumado casi toda la población de aquel contorno interplanetario, de uno se bajó un hombre alto, con cuidado aspecto pero con ropa informal, cómoda como para emprender un gran viaje, Un pantalón de sport con cinturón deportivo, camisa blanca, inmaculada y sobres los hombros anudado al cuello un jersey de color naranja era su elegante vestimenta de viaje. Complementaba el conjunto unos preciosos zapatos de color marrón brillantes como espejos y unas gafas de sol.
Las chicas gritaban enfervorizadas.
 ¡Qué guapo!, ¡Ya está aquí!- gritaban, mientras fijaban sus ojos en su cabello con raya a una lado y su rostro moreno por el sol.
Al apoyar los pies en el último de los esponjosos escalones de nube marrón, todas se acercaron a él, felices de verle tan cerca, enseguida le rodearon, le agasajaron y hasta le abrazaron y besaron.
El recién llegado no podía ocultar su sorpresa ante tal recibimiento, aunque

para que negarlo estaba encantado.
La situación le extrañaba, ya que desconocía donde estaba y que hacia allí, ya que solo recordaba haber sentido un tremendo sueño y que al despertar ya estaba en aquel mullido sillón del vagón de las estrellas.
También ignoraba quienes eran aquella criaturas maravillosas que le rodeaban, pero estaba feliz y cómodo como hacia mucho que no se encontraba y decidió, dejarse llevar.
Poco a poco fueron entrando en la estación, envueltos en una nube de besos, vivas y gritos de admiración.

Allí les esperaba una bellísima mujer con una túnica dorada, enormes ojos azules, tez palidísima y perfilados labios colorados.
-“¿Es usted, don José Rubio?
No conteste, ya lo sé, continuo, sin dejarle abrir la boca. Desde que nos anunciaron su llegada tenemos el cielo revolucionado. Todas nuestras habitantes femeninas quieren salir a recibirle.
¡Menuda fama tiene usted de guapo y conquistador!, ¡Incluso de sinvergüenza! , sí, ya sé que esto último solo fue uno de sus múltiples trabajos, pero las ángeles y las estrellas son jóvenes e inexpertos  seres de luz y al buscar información sobre usted en “cielonet” solo se quedaron con lo más simple. ¡Galán de cine y teatro!
Siguió hablando: Bienvenido, mi nombre es Petra y soy la portera de este nuevo mundo al que ha llegado, en concreto soy la encargada de recibir a los galanes de teatro y cine. Pase por esta puerta, por la del centro, la de cortinas de telón brillante y a disfrutar de su nueva existencia.
 
En aquel instante, José o Pepe como le gustaba que le llamaran se dio cuenta de donde estaba y lo que le había pasado, llevaba tiempo esperándolo pero nunca hubiera imaginado que fuera así de estupendo.
Todo el mundo le reconocía como en sus mejores años de popularidad.
Con un ángel cogido de cada brazo recorrió con orgullo aquel camino de nubes bermellón, esponjosas como si de una alfombra roja antes de un estreno se tratara. A lo lejos vio como muchos de sus amigos y amigas que le habían precedido en el viaje a aquel “otro barrio” de la vida,  le saludaban sonrientes.
Una gran sonrisa inundó su rostro con agrado, mientras con una de sus morenas manos hacia señas a sus antiguos compañeros de tierra, sabedor de que aquel nuevo lugar, le auguraba un espléndido futuro lleno de felicidad.

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